Escrito en 1996, como complemento al
experimento que, bajo el mismo nombre, el autor había comenzado años
antes en la ciudad de Fano, Italia, el libro presenta un compendio de
observaciones y reflexiones sobre la ciudad actual, criticando
principalmente la exclusión de los niños de la vida social urbana y, por
ende, de su planeamiento.
Francesco Tonucci (Fano, 1941), pedagogo
italiano, inició con este proyecto en su ciudad natal un estudio del
pensamiento y del comportamiento infantil dentro del ambiente urbano,
que le llevó a extender el mismo a otras ciudades, incluso de gran
tamaño, como Nápoles o Roma (en este caso limitándose a barrios o zonas
concretas). El resultado de estas investigaciones se presenta en varios
libros, siendo el primero “La ciudad de los niños”. Sin olvidar que no
estamos ante un arquitecto urbanista en el sentido estricto de la
palabra, uno de los puntos más importantes de su trabajo es que éste no
se limita a la mera observación de la ciudad, enumerando los distintos
problemas que surgen de ésta, sino que propone soluciones concretas y
expone los resultados.
Descontento con la situación actual de
las urbes, dónde el niño no encuentra su sitio, el coche ha ido ganando
los espacios principales de las zonas públicas y las ciudades se han
vuelto hóstiles hacia las personas, compara la ciudad actual con el
bosque de nuestros cuentos. Es un lugar a temer, donde los niños deben
ir acompañados todo el tiempo y permanecer atentos a los distintos
peligros de la ciudad (ladrones, malhechores, droga…). Sin pretenderlo, o
tal vez sí, hace un análisis de la cultura del miedo imperante en la
sociedad actual, y así explica la prestancia de los centros comerciales,
donde las familias pasan los fines de semana, ya que tenemos una gran
cantidad de tiendas, restaurantes, no hay coches, etc. Es decir, es como
el centro de cualquier ciudad, pero libre de “peligros”, y sin olvidar
que el principal de estos “peligros” es el coche que tanto nos hemos
empeñado en introducir. En definitiva, la ciudad actual, así como el
urbanismo, tiende a la especialización y la separación como criterio de
desarrollo, y así nacen los lugares de los niños, los de los ancianos,
los de las compras, los de dormir.
Las soluciones que enumera F. Tonucci se
resumen en una: tomar como parámetro del planeamiento urbanístico al
niño, en vez del actual del adulto, trabajador. Se trata de aceptar la diversidad intrínseca del niño como garantía de todas las diversidades.
Una ciudad apta para los niños, lo será para todas las diversidades. Es
el momento de detener este progreso apresurado, de volver a poblar los
centros históricos, de devolverles la calle a los niños, a la gente.
En concreto, el libro marca unos pequeños (en apariencia) objetivos para comenzar un cambio en el planeamiento de cada ciudad:
– Dar la palabra a los niños, mediante la
creación de un Consejo de Niños en cada ciudad, que sean escuchados y
tenidos en cuenta en la Administración.
– Que los niños puedan salir solos de
casa, como objetivo principal. Que puedan recorrer las calles solos,
vivir experiencias propias, para lo que es fundamental renegociar la
relación de poder entre el coche y el ciudadano; que los niños vuelvan a
“ser de todos”, cuando el vecindario tenía siempre un ojo atento a los
niños en el barrio y había una especie de responsabilidad (o
solidaridad) social que además se transmitía a los mismos niños.
– Repensar la ciudad, para hacerla
adecuada a los niños, no solo realizando estudios de la movilidad
privilegiando recorridos peatonales, lo que enlazaría con el objetivo
anterior, sino que además habría que pensar en los niños en los
edificios públicos, en los hoteles y en los restaurantes, donde los
niños son obligados a estar quietos y portarse “bien” esperando a que
los adultos terminen; estudiar la manera de mejorar los anodinos parques
infantiles, diseñados de espaldas a la diversión y la experiencia del
niño, siempre en la búsqueda de esa falsa sensación de “seguridad”; que
las opiniones de los niños sean tenidas en cuenta para el planeamiento
urbanístico de la ciudad, enlazando con el primer objetivo, debería ser
parte fundamental para alcanzar este objetivo.
En definitiva, se trata de un libro y de
un proyecto que nos presenta la realidad de las ciudades actuales, con
un planeamiento que se ha preocupado de dar primacía el coche y que nos
recuerda la importancia de dar la oportunidad a los niños de vivir sus
propias experiencias de la ciudad; de abandonar los miedos que tenemos y
que nos hacen parapetarnos en nuestras viviendas y reunirnos en
espacios “especializados” como los centros comerciales, huyendo de la
“peligrosidad” de la ciudad; de la necesidad de devolver las calles a
los niños, y con ello, recuperar la vida en la calles, que es la base de
la vida en comunidad, disfrutando de ir a la compra, de ir al colegio,
del trayecto y de los encuentros en el mismo.
Os dejamos el enlace del proyecto “La
Ciudad de los Niños”, dónde podéis encontrar más información. Hay varias
ciudades españolas adheridas al proyecto:
Todos las ilustraciones son obra del
mismo autor que, bajo el pseudónimo de Frato, presenta de un modo simple
y gráfico los obstáculos y problemas que se encuentra el niño en la
vida urbana y en su proceso de aprendizaje.
Fuente: G+AArquitectura
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