Animación Sociocultural II

miércoles, 17 de enero de 2018

La revolución silenciosa del emprendedor social


  • Cada vez más jóvenes, ante la falta de oportunidades profesionales, deciden poner su grano de arena para cambiar el mundo

  • Diseñan nuevos modelos económicos orientados al bien común

Silvia Fernández (1992) convivió desde pequeña con la creación y con la terapia. Su hermana, con la que compartía habitación, padecía una extraña enfermedad y encontró el camino de superación de sus ataques de pánico a través de la música. Así, cuando decidió estudiar para ser educadora social y más tarde se especializó en coinselling (acompañamiento centrado en la escucha), solo tuvo que conectar sus propias experiencias para crear un propio proyecto como Arte Paliativo.
“La idea nace de las necesidades emocionales que se detectan en las personas hospitalizadas”, argumenta la promotora de la iniciativa, que se diferencia en el hecho de introducir la figura del educador social o agente de cambio, “ya que en los hospitales no se encuentra actualmente esa figura, y desde ahí dar un espacio, aprovechar las horas muertas para la expresión de emociones y que la persona hospitalizada sea protagonista”. Silvia Fernández forma parte de una nueva comunidad de emprendedores sociales, que conforman jóvenes con el deseo de intentar cambiar, o mejorar, el mundo en el que viven. Son los emprendedores sociales, que lideran una revolución silenciosa, que pretende lograr un cambio positivo en busca de un mundo más justo. “A veces, los emprendedores sociales podemos sentirnos solos y un poco perdidos”, explica Fernández. Para que no se sientan aislados, Be Social (LID Editorial) recoge el testimonio de 30 jóvenes emprendedores que intentan mover el mundo con este tipo de iniciativas.
Es el caso también del costarricense David Hernández, que se encarga de convencer a las empresas que importan ropa para que destinen sus excedentes a su proyecto de empresa, 2nd Hand-Ropa Solidaria. Su objetivo es reciclar estos productos, con una vida media de seis meses. Esto es, aprovecha lo que hacen las empresas de fast fashion, hasta ahora siete compañías, y las convierte en aliadas. También atrae a los empleados de estas, que hacen voluntariado clasificando la ropa que producen y venden cuando sale del circuito comercial. De esto último se encargan mujeres que comercializan las prendas dentro de su ámbito, de manera que cubran las necesidades básicas y generen un ingreso extra. La mayoría procede de círculos de violencia física o emocional, de modelos machistas, y se les ofrece la oportunidad de ser dueñas de sus propias decisiones. “Las empresas que tenían esa ropa la quemaban, no sabían qué hacer con ella. Cuando llega otra empresa y les dice que puede generar un impacto con eso y mejorar la calidad de vida de esta población, lo hacen”, asegura el emprendedor, quien señala que el modelo de ONG, recibiendo siempre dinero, se está quedando obsoleto. “Por eso, sensibilizamos e integramos a los colaboradores, los llevamos al campo y hacen mano de obra para nosotros porque son muchas horas de clasificar ropa. Cada empresa decide qué dinero quiere invertir. A veces invierten hasta 25.000 dólares en campañas para que sus clientes sepan qué están haciendo con la ropa”, explica Hernández. Desde 2014, fecha en la que arrancó la iniciativa, trabajan con 43 mujeres en 18 comunidades de Costa Rica, incrementando estas sus ingresos en un 80%. Además, 289 empleados de las empresas de moda involucradas realizan trabajos de voluntariado. “Queremos convertirnos el próximo año en la primera empresa de gestión de residuo textil en Costa Rica”, afirma Hernández.

Porque el motor del emprendedor social es resolver los grandes problemas mundiales. Así lo cree también la estadounidense Mikayla Sullivan, al frente de KinoSol, dedicada a la deshidratación de alimentos con energía solar, con la que se reduce el desperdicio de alimentos, además de conservar el 80% de las vitaminas en el proceso, con el que se aprovechan cuatro kilos de comida al día. “Somos una empresa emergente que aborda problemas globales, a través de una solución de producto”, explica. De momento, ha ofrecido soluciones a familias en 42 países de América Latina, África y Asia. “Queremos ofrecer la tecnología donde realmente se necesita y contribuir a su prosperidad”, afirma Sullivan.

Fuente: El País (Cinco días)

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